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Un flujo constante

  • Foto del escritor: Gabriela Vallejo
    Gabriela Vallejo
  • 4 mar 2020
  • 2 Min. de lectura


Si la palabra fue el inicio, después aparecieron las lenguas en un territorio tan grande que Babel es su capital. Por donde quiera que nos perdamos, siempre aparecemos en Babel, en esa ciudad infinita donde todas las culturas se encuentran. Actualmente en el mundo se hablan más de 7,000 lenguas, y cuyo número no permanece fijo. Las lenguas están vivas y van cambiando. Algunas van diferenciándose a partir de una rama común, pero al final, gracias al movimiento humano, a sus migraciones, a una comunicación en expansión que toca hasta los lugares más remotos, muchas de ellas se fortalecen y otras desaparecen. El 40% está en peligro de extinción. Algunas son variantes que van perdiendo su uso a favor de las lenguas nacionales, o de otros dialectos con mayor número de hablantes.


Una lengua es sinónimo de circulación y de vida. Su energía y su historia crece antes de periclitar. En todos los continentes hay algunas que han comenzado a reducir su influjo y su uso, como el bretón, el prusiano y el piamontés en Europa (no olvidemos los vestigios todavía presentes, aunque menguados, del judeo-italiano o el judeo-español), o bien varios dialectos cada vez más minoritarios del zapoteco o el tarahumara en México, el kiliwa o mohave en Estados Unidos, o moviéndonos hacia África, el maslam de Camerún y el gibarawa de Nigeria. Como estos dialectos hay cientos que se mantienen vivos en algunas comunidades, perdiéndose con sus viejos, y con ellos sus tradiciones.


Al final, la comunicación y el intercambio va a reforzar las lenguas mayoritarias, entre las cuales, estaría el español en el cuarto puesto (con cerca de 572 millones de hablantes), después del inglés, el chino mandarín y el hindi. Esto nos hace pensar que esa fuerza, ese flujo constante, se despliega dentro de la misma base troncal: cuando crece el número de hablantes dentro de una amplia geografía, las variantes van a enriquecer la lengua, cada vez más extensa. De ahí que la traducción se complique y se enriquezca al mismo tiempo: el español de cualquier lugar en donde se escriba, con sus deslumbrantes particularidades, podrá leerse y entenderse en cualquier otro sitio de ese amplio mundo. El traductor tiene ese deber de validar la lengua con todas sus variantes para que pueda leerse y entenderse, con suspicacia e imaginación, en cualquier punto donde haya un lector versado en ella; el traductor es pues uno de los responsables de dar a conocer su increíble patrimonio.



 
 
 

1 Comment


joaquiniborra
Apr 09, 2020

Muchas gracias por tu erudición. Esperamos ver pronto nuevos textos vertidos por ti al español.

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