Objetos en extinción. Notas sobre las imágenes.
- Gabriela Vallejo
- 5 jul 2020
- 2 Min. de lectura

Imagen Gerd Altmann.
En el momento que vivimos, donde la vida se ve a través de una pantalla o desde una ventana, hay objetos que están transitando hacia el pasado, aun cuando su utilidad no deja de ser vigente en una realidad menos virtual. Ese objeto cada vez más intangible es la pizarra. Todavía pertenece a una trayectoria educativa que nos relaciona con muchas generaciones hacia atrás, pero muy pocas hacia el futuro. Y tal vez, frente al cambio continuo, me surge una cierta rebeldía frente a su posible desaparición, que implicaba también una forma de enseñar y de comprender.
Porque una pizarra representaba un comienzo y una expectativa. Era la superficie sobre la que se plasmaban las primeras letras y un universo de datos, de cifras y fechas que marcaban también las nuestras, y por las cuales iba penetrando el conocimiento. Hoy día parece que esa pizarra va perdiendo materialidad hasta volverse blanca o simplemente transparente. Pero la imagen de esa roca metamórfica, como es definida, no ha dejado de tener una presencia parlante de algo más, de un eterno presente que se repite. La pizarra vacía, en la expectativa de ser recorrida por el gis o tiza, es una parada en el tiempo. Como una respiración que se sostiene, en la que parece que no pasa nada hasta que el aire no vuelve a circular por los pulmones. La piedra latente es un umbral donde, por un instante, reina la ausencia: ninguna referencia, ningún personaje ni historia hasta que se poza la tiza y reaparece la linealidad.
Sin duda, la pizarra es una de las primeras imágenes abstractas a las que nos enfrentamos en la niñez, en donde al mirar su superficie medio borrada, nuestra atención queda expectante y nos enfrentamos, sin saberlo (o quizá gracias a no saber), a un vacío en donde la mente divaga y no se adhiere a ese espacio que está indefinible entre dos realidades. A un “entre dos”. Es algo tan simple que regenera la mente por unos segundos, y la pizarra se vuelve nube y puede tener cualquier forma o ninguna. Una pizarra es como un punto que inventa una línea que luego se dispara hacia cualquier parte.
Pero ahora, gracias a las pantallas, algo cambia. Quizá ya no nos enfrentamos tan fácil a esas imágenes abstractas, a esas piedras que formaban los caminos de nuestra cotidianeidad, a esa arcilla blanca (o de colores) usada desde los egipcios y cuya palabra gypso ha llegado a nuestro gis o la tiza que, por otras rutas, viene de la palabra náhuatl tizatl (tierra blanca). Todos estos objetos particulares trazan genealogías con tantas otras culturas, y su uso nos hacía herederos de formas de construcción de muchos estratos de realidad. Ahora todo se vuelve muchos más inmaterial. Quizá a partir de las pantallas partan otras trayectorias, pero la imaginación no tomará los mismos vuelos que ante las ambigüedades de una pizarra.
Lindísimo el tema y escrito con maestría y amor. Gracias!!!