top of page

Las lenguas como espejo. O por qué el mar de Homero era rojo

  • Foto del escritor: Gabriela Vallejo
    Gabriela Vallejo
  • 28 feb 2021
  • 3 Min. de lectura


¿Podemos decir por qué el Mar Rojo se llama así? Tal vez porque lo era a los ojos de los antiguos, o tal vez aún lo sea, dependiendo del punto de vista: del color de su flora, de su localización geográfica, o bien de la hora del día en que se mire; al atardecer, las aguas se vuelven un espejo de las montañas de Jordania y del entorno desértico que rodea al golfo. Sin embargo, el mar de Homero, en el Peloponeso, es otra historia. Es el espejo de una imagen, del vino rojo oscuro que es como Homero describe, en el siglo VIII a.C., esas aguas de los Aqueos, un símbolo de convivialidad, de generosidad, de grandeza. El oînops póntos (οἶνοψ πόντος), literalmente “como la faz del vino”, del aspecto del vino, descripción presente en la Iliada y la Odisea, es el mar por el navegan los barcos y que acerca las orillas del Mediterráneo. Sin embargo, en el ámbito de las palabras, esta traducción ha supuesto muchas dificultades, pues no solo implica un significado sino una sensibilidad, una percepción. ¿De dónde viene entonces? ¿Ese mar es tan oscuro como la tormenta, como lo noche? ¿O el rojo forma parte de un día claro, ya que el azul todavía no existe? Después de todo, la inmensidad del mar y la del cielo son espejos uno de otro.


El lenguaje y su traducción hace interrogarnos sobre lo que es la realidad y la naturaleza de lo que vemos, pasando por los colores. Si digo que el mar de Homero es rojo, inmediatamente veo dentro de mi mente esa inmensidad carmesí, bajo un cielo amarillento declinándose hacia el naranja. Tiene casi la belleza de un paisaje de un mundo que podría estar a años luz del nuestro. El mar de Homero ha generado discusiones desde el siglo XIX sobre cómo se debe comprender esta imagen, por un lado, y por otro, de hasta qué punto los colores han sido perceptibles al ojo humano tal y como los conocemos ahora. ¿Pueden los colores ser una percepción cultural que ha cambiado a través de los siglos? Esa parece ser la respuesta correcta, y éste es uno de los campos en los que la discusión lingüística también se centra; si en todas las lenguas existen los mismos colores, y más aún, si éstos tienen diferentes significados y asociaciones con lo que llamamos la “realidad”. Así que muchas veces, la asociación y el color crean la percepción y la naturaleza de lo visible. El mar en su grandeza, en su importancia, en su generosidad, no puede ser más que rojo para los antiguos griegos. Por lo menos a través de los ojos de Homero. El mar que une todos los mundos.


No olvidemos cómo para Jenofonte, en su Anábasis, y para el ejército de los Diez Mil (en el 400 a.C), las grandes travesías por tierra tenían como horizonte volver al mar para regresar a casa. Estos mercenarios, luego de su largo periplo por Siria, Babilonia, Armenia y Persia, no pudieron sino dar voces cuando se encontraron frente al mar Negro, en Trebisonda: «¡θάλασσα! ¡θάλασσα!, ¡Thalassa! ¡Thalassa!». Por fin, el mar, el mar… Esas aguas que unían todos los puntos y daban la esperanza del regreso. Pero las costas de Constantinopla cambiaron muchas cosas. Si bien en un principio el mar podía ser rojo en tiempos homéricos, en la Grecia bizantina tomó otros tonos. Tal vez influido por los Azules y los Verdes ‒los equipos de aurigas del anfiteatro de Constantinopla que trascendieron del circo a la política, gracias a las facciones apasionadas y violentas que los apoyaban‒, el mar comenzó a tomar los colores de los tiempos: tonos más verdosos y luego azules más oscuros, llegando a γαλάζιος (galázios) o θαλασσής (thalassís, “del color del mar”), ahora de un azul profundo.


En el imperio bizantino medieval, los griegos se llamaron a sí mismos Rhōmaîoi (Ῥωμαῖοι, "Romanos") y Graikoí (Γραικοί, "Griegos"), los herederos de Roma, aunque los bizantinos usaban tanto el griego como el latín para comunicarse. Con el tiempo, el griego ya se había enriquecido de las culturas de sus fronteras. Las lenguas que están en contacto (entre otras también el arameo, el copto y las lenguas caucásicas) siempre se tocan, y las cosas no permanecen igual frente a la mirada de tantas personas. Al final, la migración, el movimiento, los extranjeros que viajan por el mar, transforman el mundo. Y gracias a ellos, fueron apareciendo nuevos tonos y cambiando la percepción y el lenguaje del color, y tal vez fue así que el mar de Homero dejó de ser rojo.

 
 
 

4 comentarios


gvallejocervantes
gvallejocervantes
17 ago 2021

Vuelvo a leer tu comentario que no he respondido. Lo que me impresiona es que el color sea algo tan cultural (los semáforos en Japón son azules, por ejemplo), y luego tal vez hay otros tipos de percepciones por género o persona, pero lo que me impresiona también es que nunca podemos estar seguros el tipo de tono de azul, verde o rojo que puede estar viendo el otro, por nombrar solo éstos. Son sin duda siempre aproximaciones.

Me gusta
gvallejocervantes
gvallejocervantes
18 ago 2021
Contestando a

Por lo menos por ahora, el mundo sigue siendo diverso, a pesar de la gran uniformización en tantas cosas... y disfrutemos de los libros.

Me gusta

Paco Mendoza
Paco Mendoza
28 feb 2021

Interesante y erudita reflexión sobre el color y su percepción. No sé si en las diversas lenguas se pueden expresar los mismos colores, pero es indudable que su percepción por los varones es mucho más limitada: donde nosotros vemos simplemente rojo o verde, por ejemplo, la mujeres son capaces de distinguir una riquísima gama cromática.

Me gusta
bottom of page