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¿La lectura es una actividad peligrosa?

  • Foto del escritor: Gabriela Vallejo
    Gabriela Vallejo
  • 18 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

Manuscrito del marqués de Sade


Creo que lo es. No es una actividad que uno pueda realizar sin quedar impune. La lectura abre caminos, abre ventanas e incluso provoca grietas en las fortalezas sociales, ideológicas y tecnológicas en las que trata de encerrarnos el mundo moderno. La lectura siempre abre el espacio hacia la rebelión, hacia el pensamiento crítico e independiente. Incluso ahora que todavía hay temas que tocan sensibilidades y que siguen invitando a la censura.


En esto, los tiempos no han cambiado. Siempre hay espacios de pensamiento hegemónico que trata de evitar que se hablen de ciertas cosas, que es mejor prohibirlas para salvar a otros de que pueden atrapar la infección de ideas perniciosas que pueden destruir el tipo de civilización que ha sido definida como buena. En ese camino de contrastes, el traductor siempre ha sido un transgresor. No sólo sabe que existen esas ideas que van a provocar explosiones dentro de su propio sistema, sino que elige hacer una traducción que va a viajar todavía más lejos. Los traductores siempre han sido de alguna manera transformadores: le dan validez a ideas que pueden cambiar sistemas de pensamientos. Desde la invención de la imprenta hacia 1440, la Biblia ha sido el libro (o conjunto de libros) que más ha generado polémica para su traducción. En nuestra lengua no ha sido poca la que generó en su momento La Biblia del Oso, traducida por Casiodoro de Reina y corregida por Cipriano de Valera que la puso en circulación en 1602, de acuerdo con el formato de la Biblia protestante. Desde entonces se han sucedido las censuras por un largo periodo y este año aparecerá una nueva edición, después de estar agotada por algunas décadas.


Pero no es el único caso memorable, pues los libros que han puesto en duda ideas políticas en regímenes cerrados o que presentan una sexualidad más álgida (incluso en regímenes considerados abiertos) siguen creando revuelo: desde el marqués de Sade (su editor fue llevado a juicio en 1957) y Rétif de la Bretonne (en los que se encuentran los temas de violencia, pedofilia e incesto) a Lolita de Nabokov vemos amplias trayectorias en ese sentido, y ahora libros como Death Note de Tsugumi Ohba en China (por incitar a la violencia entre los jóvenes) o las obras de Louis-Ferdinand Céline, acusado de antisemitismo, también pueden ser retirados de librerías o algunas de sus obras evitan reeditarse. El problema no son los temas (que siempre pueden ser difíciles aunque puedan abrir ventanas de reflexión) sino el reforzamiento de la censura y de la prohibición sin importar criterios o la validez literaria. Después de todo, cada uno tiene sus propias fronteras. Pero para bien o para mal, las traducciones a veces quedan cuando los originales desaparecen.

 
 
 

2 commentaires


Lucianna Lima
Lucianna Lima
20 avr. 2020

Maravilloso texto Gaby, muy ad hoc para este tiempo de censura y control que vivimos. La tentación del control la tenemos todos. Deseamos controlar nuestra vida y sino controlar a los que tenemos cerca. Si somos maestros controlar a los alumnos (siempre por su bien). Para los políticos, es un placer esa sensación de poder controlar al pueblo y para los superiores, controlar al novicio como dice Paco. Qué miedo, qué horror cuando nos decubrimos censurando a otros, qué dificil no hacerlo.

Gracias por hablar de la libertad, de la libertad de acceder a los textos e ideas que deseamos y dejar que otros lo hagan. Los traductores siempre han sido personas generosas, ¿qué haríamos sin ellos? ¿Cómo accederíamos a…

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Paco Mendoza
Paco Mendoza
19 avr. 2020

Tienes mucha razón. Yo puedo aportar un pequeño detalle: allá por 1962 estuvieron a punto de expulsarme del seminario donde estudiaba para cura por tener una novela de... Agatha Christie, que me fue debidamente requisada.

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