El viaje inquietante al centro de lo invisible
- Gabriela Vallejo
- 14 feb 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 15 feb 2021

Cuando damos un paso, alguien da un paso con nosotros. Parecería un cuento de espías o un relato policíaco, o un diálogo con nuestra propia sombra, pero en este caso no es así: es solo el mundo de lo invisible que nos acompaña. Desde niña era una posibilidad: al cerrar los ojos podía ser invisible a los otros, o bien, con el hechizo adecuado, podría simplemente desaparecer. Aunque todavía no lo he encontrado (tantos lo han buscado siglos atrás, por cementerios, en huesos de muerto o con anillos y pentagramas), la invisibilidad sale a nuestro paso. Yo tal vez la descubrí por primera vez en la historia de Grimm, Las doce princesas bailarinas que se escapaban a bailar cada noche (lejos del ojo paterno), destrozando sus zapatillas, el único indicio y el verdadero enigma. Finalmente, luego de varios intentos infructuosos por el suspicaz rey, fueron descubiertas por un soldado que, gracias a una capa encantada, logró seguirlas y averiguar su secreto. Paradójicamente, es la invisibilidad la que pone fin a sus escapadas nocturnas y a su libertad, pero restablece un orden, por lo menos dentro de la mentalidad de la época: todas las princesas se casan con sus príncipes, salvo la mayor que se casa con el soldado.
Los relatos y los juegos nos hacen percibir otra realidad como algo posible, que es una estructura de pensamiento que no desaparece del todo en la vida adulta. La ciencia, las historias, la magia son momentos de ida y vuelta a la infancia, donde reside la potencia de la imaginación: desde El hombre invisible de H.G. Wells, hasta superhéroes como la Sombra, creado por Lamont Cranston, o la tecnología óptica con la que Susumu Tachi logra que las personas se fundan en el paisaje. Según todos estos medios, un ser humano puede desaparecer como virtud, o como defecto.
Paradójicamente, la invisibilidad, en lugar de esconder, descubre, pues nos da una imagen más completa de todo lo que existe y que no está visible a nuestros ojos. Desde el mundo microscópico de bacterias y virus hasta los organismos que viven dentro y fuera de nuestro cuerpo. Esta dimensión intangible nos habla siempre de una realidad más grande. Y, sobre todo, infinitamente más pequeña, que ha sido una de las búsquedas más acuciantes de la física. Y al parecer una y otra se tocan. Si bien en la vida se requiere una razón para ser invisible (como seducir a una dama, entrar en cámaras secretas o escapar de enemigos, como Frodo que trata de escapar de Sauron y los Nazgul), en nuestro entorno lo impalpable es la forma más natural de existencia. Para el físico y divulgador Philip Ball, en su magnífica obra que explora este tema, la invisibilidad es una realidad tan patente que tiene que relacionarse con todo lo demás, desde nuestras percepciones de infancia hasta lo que parece proyectarse fuera de nuestra galaxia. Es como si todo estuviera conectado.
Y el punto de origen para entender la invisibilidad es la mirada. Desde nuestra infancia, ésta es una compañera de juego, es la materia misma de la que están hechas las fábulas, y como en ellas, para ser visible, se requiere que la vista sea recíproca, que logremos encontrarnos en los ojos del otro. Esto es lo que hace que el héroe de las historias y leyendas siga teniendo un anclaje en su cuerpo y a su propia a su propia capacidad de visión. Para la física, sin embargo, la mirada es unidireccional, buscando que lo está frente al ojo pueda ser comprensible y desde ahí, medible, dejándose guiar por el rastro de las partículas subatómicas. Pero ese rastro de migas y migajas diminuto no solo se abre a un universo desconocido, sino a la posibilidad de universos desconocidos y de otras dimensiones, gracias a la Teoría de Cuerdas y de Supercuerdas. De acuerdo con ésta, las partículas subatómicas del universo ya no se comprenden por su composición, sino por su vibración, como si estuviéramos frente a la música de las esferas. En esos espacios desconocidos, hay dimensiones paralelas que se relacionan con esos filamentos de energía, con esas cuerdas que vibran en diferentes frecuencias. Y esas vibraciones se pueden manifestar como electrones y quarks, como fotones o bosones, que representan a la materia (junto con al "vacío" de la enorme materia oscura) frente a la energía oscura que permite la expansión del universo.
En espacios de dimensiones tan pequeñas, seguimos tratando de conjurar la invisibilidad para llevarla, en algún momento, al terreno de lo visible, aunque sea matemáticamente hablando. Parecería que, en nuestra realidad humana, la sombra siempre acompaña a la luz, y esta parte oculta está llena de densidades todavía desconocidas pero que podrían explicar el origen de la creación. Lo invisible nos puede parecer una fuerza oculta e inquietante, pero es algo que podemos usar en nuestro beneficio. Dado que desde nuestra infancia ha sido siempre un espacio de protección, esto nos ha permitido generar la idea de que podemos pertenecer a dos mundos a la vez. Se puede decidir estar o no estar. Se puede ser partícula estable o una onda moviéndose por el espacio. Al final, lo invisible es siempre una cuestión de mirada y de perspectiva, incluso al nivel de la física: lo que no se ve puede hacerse visible primero en la imaginación y en la intuición antes de adquirir un lenguaje y una materia. Al final del día, parecería ser que es justamente lo invisible lo que explica verdaderamente nuestro mundo.
La física siempre nos ofrece un punto de diálogo con aquello que imaginamos pero que no siempre es visible. Pero en algún momento, dentro de la ciencia, hay que imaginarlo para poderlo ver, así que no sé hasta qué punto el físico también es un creador de la realidad ue cree descubrir.
Lo visible y lo invisible, vaya tema, de por sí interesante, mas aún cuando se le relaciona con la imaginación. Desde el punto de vista de física hay muchos fenómenos que no podemos ver con el sentido de la vista (son invisible), pero que si vemos por otros medios y se vuelven tan reales que se miden sus efectos ( se torna visibles).
En el proceso de la imaginación... todo se vuelve visible para nosotros, pero nadie mas lo ve... es nuestro de espacio de los invisible.
El proceso de crear es algo... intrigante, empieza por imaginar en el terreno de no visible para el sentido, pero clarísimo para el creador, que pasos después es visible para otros.