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A la búsqueda de Saturno: la presencia sutil de la melancolía

  • Foto del escritor: Gabriela Vallejo
    Gabriela Vallejo
  • 29 nov 2020
  • 3 Min. de lectura

Para Lucianna, por todas sus buenas artes.


Cuando atravesamos incertidumbre, desarreglos constantes, o desafíos que no dejan de abrirse paso, nos gustaría encontrar las causas y, sobre todo, las soluciones para enfrentar el caos y crear un orden. Si lo viésemos con la perspectiva del pasado, el principio y el fin de ese desasosiego estaría marcado por el signo de Saturno, que podía manifestar las turbulencias interiores, y que también implicaba orden y solidez, una vez que se abría la puerta interior. En el discurso astrológico, mientras que la Luna representaba el ingreso del alma en el mundo material, el Saturno melancólico era la última etapa: el regreso del alma al mundo espiritual, después de realizar su periplo.


Todos los seres humanos vivimos confinados, de una manera o de otra, en la fragua del mundo, con lo cual antes o después se nos presentan las sombras del espíritu. Entonces, ¿por qué buscar a Saturno, metafóricamente hablando, cuando está detrás la posibilidad del sufrimiento? Tal vez porque solo atravesando el círculo de fuego es que se puede restablecer el equilibrio, que no se logra sin entender las raíces del malestar primordial.


Si bien la astrología ya no tiene el papel de antaño, la melancolía sigue vigente, sobre todo cuando se declina en tristeza, saudade, desánimo, abulia y, en su versión más inquietante, la depresión. Sus síntomas siempre han mostrado que existe una lucha interior que drena al cuerpo de su energía, provocada por una sensación de sinsentido en donde todos los pasos parecen ir hacia los mismos problemas, sin que aparezca solución. Sin embargo, siempre hay algo detrás. Desde mi punto de vista, la melancolía podría ser una suerte de estado intermedio, en donde la persona que la transita puede ver hacia un lado, hacia lo pesado de la sustancia terrenal que genera pesadumbre (y entrar por el laberinto de la mente) y hacia el otro, el de la sustancia espiritual, y a aquello que el espíritu puede crear. Es pues, un “entre dos”, un centro inestable que va a decantarse por un camino o por otro.


Y una de las posibles soluciones al estado melancólico es sin duda el arte: tanto para aquél lo crea como para aquél que lo recrea. Por tanto, la bilis negra producida por Saturno se diluye en cuanto se vuelve tinta. Quizá una de las imágenes más conocidas, y para mí impactantes, sea el grabado de Durero, la Melancolía I, realizado en 1514 y cuya belleza, además de su oscuro simbolismo, han propiciado una búsqueda constante de sentido. Entre el influjo astrológico y alquímico, la vida melancólica se vuelve opaca y lenta. La lentitud es quizá una de las mayores cualidades de este estado: favorece la reflexión, el sopor de los sentidos y el sueño (incluso en el perro como acompañante leal), donde el alma vuela a otras dimensiones. Ahí, en esa mirada perdida, o en la mirada hacia el interior, son los ojos los que sacan al espíritu de ese paso por la densidad y aparece la creación. Ahí están los instrumentos de medición y las formas perfectas que se han producido en el tiempo: la esfera, el poliedro y la forja, que transmuta los metales. En la visión de Durero, todos los seres, incluyendo las potencias angélicas, se ven afectadas por la densidad, pero su naturaleza alada no les permite caer del todo, sino tener la posibilidad de salir de este estado, e influir en aquel que transita la melancolía.


En la Melancolía I, no hay ninguna figura humana, pero todo lo sugiere. Está presente en sus obras, está presente por omisión en sus creaciones, regidas por las espirales del tiempo. Entre el mundo animal y las potencias angélicas, está el hombre como centro de la construcción del mundo, inspirado por el espíritu. Así que, a guisa de solución de la densidad, el arte no solo puede ofrecernos pistas, sino una salida del pensamiento circular, de esas emociones que nos atrapan y nos llevan a la pasividad y a la frustración. La belleza nos despierta hacia la conciencia que rompe el sueño de la melancolía. Saturno sería pues el símbolo de los retos que hay que atravesar, para soltar aquello que conocíamos pero que está dejando de ser vigente. En este proceso de excepción viral, estamos dando pasos hacia algo nuevo, hacia un territorio más amplio, pero que no deja de hacer cimbrar las fundaciones. Finalmente, lo que queda es unificar las dualidades del espíritu y fortalecernos para ser otro tipo de participantes, otro de homo faber del mundo que viene. La solución a nuestra congoja puede estar en esas ventanas del arte, que nos recuerdan que todo lo que construimos, todo lo que sale a la luz, está precedido de sombra, de reflexión, de la hondura de lo que nos constituye.

 
 
 

1 Comment


Lucianna Lima
Lucianna Lima
Nov 29, 2020

Más que hermoso, mi querida. Gracias por regalarnos tus reflexiones y despertar nuestras transformaciones.

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